Gruesas lágrimas corrían amargas
y abandonaban mis ojos verdes,
al vaivén de la áspera y
sinuosa carretera.
Oteaba el camino tras nublados cristales,
amarillos trigales mecidos por el viento,
vigilados por frondosos árboles
pinos y juguetones sauces.
Desplomada
en la oscura butaca,
con mi corazón latiendo a mil,
por esos veinte años lejanos
no dejaba de gemir.
Quieta, muda, oxidada en las horas,
pálida transida de dolor
con carita mojada
¡Ahí estaba yo!
En aquel atardecer claro y hermoso
tibio por los últimos rayos de sol
transportada en el tiempo,
de mi separación.
Años brillantes, barridos por gruesa
escarcha
erizada la piel, entumecido el recuerdo
corazón abatido, quietamente…
Sepultaba el amor.
9/10/ 2012
oooooooooo
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