Con
señal cruel, colosal, de infame acometida
retorna
el ave torpe arrastrando su bagaje,
comprime
sus mullidas y esplendorosas plumas
manchadas
de rojo con tinte que hiere el paisaje.
Saeta
cruel que enrojeciendo su frío
pecho
cercena repentino su
vuelo rutilante
y sus suaves trinos ahogados
por completos
en fuga, contrariado, se
esfuma en el follaje.
En su corazón herido funde su linaje.
Ilusiones fallidas, promesas inconclusas,
rápido desciende en clavada en su sabotaje
enhebrando en mente, ágiles hilos de esperanzas.
Herida, busca urgente
unas manos al azar,
piadosas, hagan olvidar
los dardos salvajes
recibidos muchas veces
por casualidad
y poder lavada su alma,
repuntar el viaje.
Desarrolla impulsos en
reiterados intentos
la fiebre devora sin
alcanzar un viraje…
¡Rogativa de horas a
alguien escuche el lamento!
Agobiada controla con
dolor sus afanes.
Aterida, acepta abrazos
para pernoctar,
retoma seguridad al calor
de la lumbre
y nuevamente fe, amor, en
esta humanidad
al cobijo piadoso que
arropa su plumaje.
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