5/29/2022

EL GATO GASTÓN Y SU AMIGO COSME.

 

Don Gastón, un gato bonachón y muy generoso, dueño de una gran hacienda y jinete de carrera. Quedó admirado de la hermosa vista que tenía ante sus ojos, inmenso y verde terreno preparado para desarrollar la competencia “parejera de caballos”, tema ecuestre que lo apasionaba.

   Llegó a ese lugar acompañado del muchacho Cosme, un conejo muy astuto, pero ambicioso a los ojos de los trabajadores. Criado desde pequeño bajo el alero de don Gastón que, con el tiempo, bajo su influencia aprendió el oficio de jinete profesional.

   Era la primera vez que don Gastón se presentaba en ese territorio de competencia invitado por su ayudante y amigo, el conejo Cosme; pero éste, que siempre andaba con segundas intenciones, ya tenía preparado el engaño y se había esmerado en convencerlo para que presentara en este desafío a Pirincho, su caballo regalón.

  Pirincho era un caballo veloz, nacido y amansado en la hacienda, muy bien entrenado para las carreras y don Gastón tenía depositada toda la esperanza en él para ganar el premio que coronaría sus esfuerzos de tantos años, además estaba, orgulloso de haber salido seleccionado para competir en la primera carrera junto a Sultán, potente equino purasangre.

   La avaricia y el interés hormigueaba en el corazón del conejo Cosme, sufría anhelando ser el dueño de Pirincho y deliberadamente buscaba motivos para asegurar su intrínseco deseo, aún a costa de quebrantar el compromiso adquirido con el dueño de la hacienda: serle fiel y cuidarle siempre las espaldas de futuros cuatreros que rondaban con el propósito de robar sus animales.

 

La caminata por los alrededores del lugar dio motivo para que el conejo Cosme soltara sus intrigas, con ademanes muy peculiares le susurraba meloso en el oído a don Gastón, que según lo que había visto y comparado con otros caballos, a Pirincho le faltaba preparación, por lo que seguramente no ganaría la carrera, lo decía de forma tan convincente que eso descolocó a don Gastón, e ideas inquietantes comenzaron a rondar su cabeza, sin embargo, ya era tarde y asumía su destino.

    Esa tarde don Gastón, con preocupación, tiraba su caballo Pirincho bien enjaezado, a la pista preparada para la competencia; todas las apuestas estaban orientadas hacia el purasangre Sultán, predilecto entre las cuatro parejas que se presentaban a la carrera. El conejo Cosme, se apresuró a tomar las riendas cuando su amigo le mencionó su intención de ir al baño y de paso retiraría sus guantes olvidados en el camerino.

   Grandes caballerizas techadas, con pesebreras llenas de fardos de paja, jinetes con sus caballos, yeguas, potrancas, potrillos, más allá, los veterinarios, entrenadores dando órdenes, todos en ajetreo constante.

   El conejo Cosme, al ver los establos atestados soltó las riendas de Pirincho para confundirlo entre los animales y fue en busca de Sultán, con la intención de complicar a don Gastón que, a último momento no tendría otra solución que montar a Sultán y lo culparan de robo. Así se cumpliría su sueño de tener a Pirincho.

   Casi al toque de la largada apareció don Gastón y de un salto quedó bien montado en la silla, fusta en mano agarró las riendas y enfiló a colocarse en el carril de esa “carrera parejera”. De inmediato notó la tensión del caballo cuando tiró de las riendas, ese no era su “Pirincho”. Y las preguntas asaltaron su mente de inmediato: —“¿Qué pasó? ¿Y mi caballo? ¡Los aperos son de Sultán!  —¡Cosme, Cosme! ¿Muchacho dónde estás? —gritaba. —Mientras el conejo Cosme, escondido, se reía.

   Ya todos se dirigían a la pista, un jinete al verlo tan descontrolado, le dijo:

   —Vaya, vaya a ubicarse en el carril, amigo, que la carrera va a comenzar.

   —Pero, ¡por la miéchica, este no es mi caballo!, y en esta batahola, ¿dónde voy a encontrar al dueño de Sultán?   

   —Córralo no más, el caballo se ve bueno, amigo, que espera. —le respondió el otro jinete.

   Al escuchar eso, rápidas cruzaron imágenes de triunfo y vítores que hicieron titubear su sentido ético. —“No es mi Pirincho, pero… ¿Montado en este soberbio equino podría ganar la carrera?” —se dijo— “¡Ay Cielo Santo sería el campeón!”. —Su mente se nubló y las ansias de ganar hicieron un nudo en su lengua y en su sentido de honestidad. “¡Ahora sí, con este purasangre ganaré!” —concluyó.

   En segundos se dio la señal de partida y salieron los dos caballos en vertiginosa carrera, de reojo alcanzó a ver al conejo Cosme montado en su “Pirincho”, poco pudo hacer ya que, “Sultán” al desconocer al jinete comenzó a brincar furiosamente a la vez que corría desbocado a campo traviesa, sin facilitar en nada la posición de don Gastón que irritado tiraba de las riendas para darle dirección, mas, el caballo seguía sus impulsos nerviosos que lo llevarían a un insalvable destino. 

El camino desaparecía bajo los cascos rápidamente y don Gastón, gato fornido se sujetaba cual parásito a la silla de “Sultán”, trataba de ubicar el camino, pero él no conocía el terreno y menos imaginaba la existencia del barranco que se presentaba en picada al río.

   En segundos, don Gastón y “Sultán” caían estrepitosamente al vacío; donde su “amigo”, el conejo Cosme, pasadas unas horas del hecho, los encontró sin vida.

   —“Nunca imaginé esta tragedia”. —se quejó el conejo —“Don Gastón me recibió huérfano y fue tan bueno conmigo, quizás si le hubiera pedido el caballo, me lo habría regalado, qué tonto fui, no medí las consecuencias, ¿ahora ya fallecido de qué me sirve “Pirincho”? Todos vieron mi mal comportamiento, ¡claro que lo deseaba, Santo cielos, ¡pero no a este precio!” —y soltó el llanto.

 

La ambición y la envidia devoran a cualquiera y no mide consecuencias.

 

 

FIN

  

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