Frágil
y desorientado se levanta
en esa
inmensidad irrefutable,
penetrante
oscuridad que obstaculiza
espesura que
descuella en ese bosque.
Otea queriendo
traspasar esa negrura
sus ojos no
toleran, aún no son potentes,
su instinto a
levantar el vuelo le obliga
ignorante del
plumaje que lo envuelve.
Insertar pretende,
su ala en esa vegetación
cautivado por
ulmos, raulíes, laureles,
pellines y
araucarias asiendo el cielo.
¡Izándose en
baluarte por años ancestrales!
Gorjeos irrumpen
los tiempos en agreste vida
cánticos elevan
bandurrias, loicas y picaflores,
muestran su linaje
con serenatas épicas
apiñados en
chilcos, canelos y copihuales.
Murmullos de
aguas exaltadas
corren besando
piedras, raíces y soles
fundirse en flexible
mar, juegan agitadas
savia continua
que la montaña ofrece.
Allá lejos en
la profunda quebrada
hendiendo la
huella, fatigado, inmutable,
cargado con
frutos de la tierra generosa.
¡Transita el
señor de esos parajes!
Va constante tras
sus bueyes de atiborrada carreta
y el rechinar
inagotable de envejecidos ejes,
la senda
persigue de ancestrales pisadas
marcadas por plantas,
aves y árboles inmortales.
Alzando la
mirada, ve al ave desplegar sus alas
e imagina soberano
vuelo en exuberante follaje,
regocijado
sonríe ser hijo privilegiado con grandeza…
¡De ese fastuoso edén, entre arrayanes, quilas y hualles!
2013-05-19.
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