Por esos caminos polvorientos, de la montaña a la
costa
tras la huella de la carreta va el campesino sin
tiempo,
su mano renegrida tantea su rostro curtido
que agrietado le riñe, su chupalla raída, deslice.
Garrocha al hombro asegura, para atizar sus rumiantes…
—¡Cholito
y Colorado! —los
anima de tiempo en tiempo
con aguardentosa voz impregnada de tristezas
recónditas
Sus ojotas ya le pesan, por las millas recorridas,
mas, sin cejar, maniobra el curso, en ese espacio
confuso.
Su corazón oprimido, en nebulosa expectativa
por la amada que carga adentro, entre sacos y
chamantos.
Mujercita candorosa, que alberga un fruto en su
vientre
sollozante ruega en silencio encuentren pronto refugio.
Los gemidos se confunden en oscura polvareda
los dolores son intensos y están solos en la cuesta
abajo, junto al río, fluye la alegría del mundo.
El carretero apura los bueyes y el carromato zarandea
el malestar ya sofoca y desprende los adentros.
Tarde-noche se divisa…
Un desmayado cuerpo en brazos de varón atormentado
que con lágrimas en los ojos despotrica mirando al
cielo.
Su amada con su ilusión, no alcanzó pretendido asilo.
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