6/12/2022

LA HUASA CHARITO Y JACINTO

 

La vieja Marcelina, escopeta en mano, va por el camino ancho en busca de su sobrina Charito, la huasa de pelo crespo que anda muy re-sublevá.

   —¡Sí, ya tenía que estar de regreso y ha demorado tanto, cabra de miéchica y yo sudando la gota gorda, en la cocina! —rezonga.

  Su sobrina la Charito anda muy lenta, aguaita la ocasión para sacar la vuelta.

   —Ya es mucho la lesera. ¡Si anda con la boca abierta! Sueña con su Jacinto, el peón del otro lado, veremos si será cierto que él también sueña con ella y no ande de sol a sol, solamente “calentando el agua”; que ya está bien grandecito el guaina, aterrice de una vez y si está en edad de “merecer”, ¡resuelva!, y se allegue urgente a pedir su mano. ¡Esta cabra no sabe que a estos tontones hay que aguacharlos primero y no entregarles na!

   —¡Nadita voy aguantar de andar de rejuntaos y de esas cosas tan modernas! —señalaba y continuaba—: Ahora no más dicen “dos cucharas y a la papa al tiro”, ¡que se creen! Mi Charito es niña decente, con el sacramento en su cuerpo me quedaría satisfecha.

   En época de cosecha los fardos de paja alzaban, riñéndose las horquetas en maravillosa fiesta, la hojarasca revoloteaba y no se veía nada. Enmarañados todos en una gran faena, entre montones de sacos herramientas y carretas.

   De las trancas al galpón hay sólo un par de pasos, al disparo de Marcelina la polvareda quedó. Un huaso salió asustado por el lado de una carreta, enredado enterito entre las patas de un par de bueyes.  

   —Ay mamita… Mi pellejo. Ayayay ¡Santo cielos! Segurito estoy que hoy doña Marcelina me despelleja y se tiró cerro abajo “abriendo chaqueta” con los ojos desorbitados, sin nada para abajo y en pura camiseta.

Clamaba la moza Charo defendiendo su postura, mientras su refajo pisaba.

   —¡Yo no tengo con ese huaso! ¡Créame doña! —alegaba la pobre huasa.       

   —Aceitábamos los ejes de la carreta solamente y de pasadita, contemplábamos inocente un parcito de herramientas.

   —¡Jacinto, comedido las mostraba y yo las admiraba! Na más, doña Marcelina.

  

—Muy bien mi Charito, así es como tiene que hacerlo siempre, ayudar en lo que pueda… ¡Y yo tan mal pensá!

 

  

Fin.

 

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