Paso a paso hundiendo mis pies en el suelo polvoriento, con mi pelo
azabache en dos trenzas bien amarradas, mi vestido descolorido y ajado, voy
bajando la colina, toda sembrada de trigo ya coronado por esbeltas y maduras
espigas, tan altas que pasan sobre mi cabeza. Siembra madura meneada por leve
brisa, lista para la pronta siega espera turno, por la dificultad del terreno
tendrá que hacerse a mano, otra forma no se ha inventado, menos mal la era, no
es muy grande.
El terrenito que tenemos, el
patrón lo regaló a mi hermano, rara cosa digo yo, porque él tiene dos hijos
allá en la casa grande, Don Gilberto los mandó al colegio de la ciudad ahí les
darán buena educación. Pienso que, después ya educados esos dos señoritos, el
campo no les será atractivo y por allá se van a quedar. Nosotros, Facundo, la
Laura y yo, saldremos ganando, ya que mi padre nunca existió. Dice mi madre se
fue apenas nosotros éramos mocosos, no la quiso más, pero don Gilberto ha
suplido su ausencia, nos ha servido mucho, es tan buen hombre, tan humano y
nada de amarrete. A veces lo pillo en la casa a la orilla del fogón tomando unos
ricos mates con pan amasado y preguntando: ¿Qué se nos ofrece? Facundo todo el
día anda como sombra del patrón, si parece perrito faldero. Dice, para asimilar
las faenas y mañitas de la vida del campo que sólo mirando al patrón puede
aprender.
Cruzo musitando una canción opacada por los bramidos de los animales, con
la garrafa en mi brazo llenita de agua fresca, para servir a los seis
jornaleros sedientos que trabajan en la cosecha aguantando el calor. Virgen
Santísima si… ¡Caen los jotes asados!
Con las piernas magulladas por el rastrojo, allá se ven todos sudados,
tendidos en la hierba para descansar un rato, cuando el sol está parado, con la
chupalla tapando su cara, las echonas a su lado, para que nadie las tome o las
robe. Es trabajo individual mantener sus herramientas bien afiladas.
Avanzo entre ellos tendiendo un jarro de agua y la bolsa con harina
tostada. Reciben uno a uno con ansias.
-¡Aguántese ñato, primero estaba yo!, - reclaman, discuten.
Me esperan todos los días para aplacar la sed, dándome miradas curiosas,
entre picaras y de agradecimientos. Grandecita, buena moza, ya bien atractiva
los traigo de la jeta. Pero no se jueguen conmigo, que soy hermana del Facundo,
el fiero capataz. Ni al hijo del patrón lo aguanta cerca de mí y si ando en
estos trámites, es por mi propia voluntad. Quiero ayudar a mi hermano, darle
una manita para apurar la cosecha. Que estos guainas repongan luego las
energías calcen sus ojotas, la chupalla y echona en mano, se entreguen a sus
labores, miren, que, si el tiempo cambia, lloviendo estamos bien embromados.
Sigo con diligencia el senderito mirando para otro lado, no quiero
enterarlos de las intenciones que bajo mi corpiño escondo. Mi corazón zapatea,
ansioso pronto quiere llegar a él. A ese tan misterioso que hace que no me ve,
será porque quizás a otra tenga en su mira.
Rodeando las carretas con los
bueyes enyugados, listos para la faena, atestadas de sacos vacíos para poner el
grano suelto que quedará botado en la era, más allá las horquetas, palas y
demás herramientas que usaran después del corte.
Ahuyentando los perros que andan
siempre buscando los olores penetrantes, ahorita no más, de las longanizas
elaboradas, que ya en la tarde terminado el trabajo, asaditas hincaremos el
diente en un rico cacheteo.
Salto una cuneta rodeada de verdes
helechos y por fin he llegado al bajo con mis trastos.
Bajo la sombra de un árbol,
Santiago no se mueve, tumbado en la hierba, cara al cielo, con sus ojos bien
cerrados, como diciendo “ojos que no ven, corazón que no siente”. Sus brazos abandonados, tomando su nuca con
las manos, dice está muy cansado, que arrime el agua y lo deje tranquilo, me
vaya para otro lado,
¡Pero hoy no me iré…! ¡No Señor!
¿Por qué será siempre me corre? Ahora no, me hago la tonta y me quedo ahí no
más. Con la punta de mi pie engancho la chupalla deshilachada que está tirada a
un lado, la echo al aire, consigo tomarla y en mi cabeza la pongo, cómo
tratando de esconder los ramalazos que comienzan a subir a mi cerebro.
Me tiendo silenciosa a su lado. El calor se hace más fuerte, se siente
intenso al pasar de los segundos, todo el sol absorbiendo mi cuerpo, transpiran
mis manos pequeñas y sucias. Mi corazón irrumpe en violentas sacudidas que
suben a la garganta al desnudar con mi mente, su cuerpo fuerte y elástico.
¡Seré tu diosa seductora
desgranando sabrosa miel cuando descubras mi vértice! ¡Amor mío, dulzura de mi
encanto! ¡Suspiro inmaculado que acaricio! Encadenada a tu vida y por siempre a
tu pensamiento, retorciéndome en tu querer, disfrutaré. ¡Clamo en mi
imaginación!
Cierro mis ojos, estoy en sus
brazos, mi cintura en sus manos rudas que estruja con brío, desliza su cara por
mi mejilla encendida. El ardor de sus labios enloquece mis sentidos. Palpita
ardiente su pecho brioso al descubierto. Susurros que enmascaran las ansias
contenidas por largo tiempo. Dedos frenéticos arrebatan con saña los broches de
mi vestido, dejando al descubierto, gemelos capullos, erguidos, limpios, puros.
Aliento punzante embriaga mi escote y en mi vientre provoca hormigueros el
dulce masaje. Mi piel percibe desahogo. Avecillas locas recorren mi estómago y
sus alas a mis muslos morenos se deslizan suaves cual terciopelo. Mi trono
respira locura y se funde en sollozo ronco gozoso.
¡Mi alma colapsada, se ha separado
del cuerpo! Desvanecida, gozando en
fantasía suma, escucho líricos gorjeos de aves, en la grandeza de la
naturaleza. Rocíos acariciadores y piadosos enjugan mis lágrimas primorosas. En
mi poder, reflejo de quimeras consumadas, empapada de amor, imperiosa busco
alivio en el cielo tachonado de inocente belleza.
Llevo las manos a mi cara,
descompuesta y mojada, un rudo gemido que no reconozco, agita mi cuerpo. Me
levanto alucinada, trastabillo, giro en redondo. Mis piernas tratan dar unos
pasos. Ebrias de amor, no atinan a nada, acalorada, confundida…
-Juanita, escucho su voz, de reojo
miro y presenta el jarro olvidado. Allegándose, noto su pecho agitado, tal vez
provocado por mi presencia angustiada, o adivinando el clamor sordo que gime
por él. Con un suave mirar acusa
agradecimiento. Lo tomo y obligo a mis piernas moverse, salgo corriendo
atravesando el campo apretujado de doradas gavillas, esperando hacendosas
horquetas las recoja alzándolas sobre las carretas, en la recolección. Enfilo
en dirección al angosto río, que pasa por verdes juncales y sauces en flor,
asustada, ni siento los granos de trigo incrustados a las plantas de los pies,
corro tropezando con terrones, con piedras y todo lo que sale al paso,
enredando mi pelo en las ramas más bajas, tiro y sigo camino.
Sin pensar, con ropa, penetro al
agua fría hasta los hombros, sintiendo cómo, el agua al calor de mi cuerpo,
entibia a mi alrededor, dejándome fresca y sin amor.
¿Cuánto más tendré que esperar
para conseguir a Santiago? Lo amo sólo a
él. Todos lo conocen. Mi familia lo aprecia, confiable trabajador, eficiente,
tranco a tranco tirando las riendas del caballo cruzando el puente del bajo,
pero callado a mi lado, sin decir palabra me acompaña al pueblo a vender la
leche.
Quiero sentirme grande, hacer lo
mismo que hace mi hermana Laura con el Manuel, tienen una vida tranquila, se
aman, disfrutan el campo trabajando todo el día con risas y alegrías. Juegan a
las escondidas allá detrás de los matorrales, los he visto tantas veces yendo a
esconder, dicen pronto habrá “pajaritos nuevos”. Feliz estaré acunando mi
sobrinito y librándome de estos pensamientos raros que han empezado a cruzar mi
cabeza. Se enoja mi hermana cuando en confianza le cuento mis sueños. Dicen soy
muy joven, apenas tengo diecisiete. Que ponga los pies en la tierra, que no
ande pensando estúpidas burradas. Primero deben pedirme en matrimonio, como
corresponde.
Allá se siente el crujir de los pastos secos, alguien viene corriendo
atropellando las tablas de la tranca, ¿Quién será que tan apurado viene? Sigo
con la mirada la suave corriente tras el recodo del río. Cautelosa, abandono el
agua.
¿Será un animal…? Me acerco despacito con mi ropa estilando, meto mi cabeza
entre las ramas…
¿SANTIAGO…? ¡SANTIAGO…!
¡Se metió de cabeza con ropa al agua fría!
Fin.
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