6/22/2022

ATRACCIÓN IRRESISTIBLE…

 

Paso a paso hundiendo mis pies en el suelo polvoriento, con mi pelo azabache en dos trenzas bien amarradas, mi vestido descolorido y ajado, voy bajando la colina, toda sembrada de trigo ya coronado por esbeltas y maduras espigas, tan altas que pasan sobre mi cabeza. Siembra madura meneada por leve brisa, lista para la pronta siega espera turno, por la dificultad del terreno tendrá que hacerse a mano, otra forma no se ha inventado, menos mal la era, no es muy grande.

   El terrenito que tenemos, el patrón lo regaló a mi hermano, rara cosa digo yo, porque él tiene dos hijos allá en la casa grande, Don Gilberto los mandó al colegio de la ciudad ahí les darán buena educación. Pienso que, después ya educados esos dos señoritos, el campo no les será atractivo y por allá se van a quedar. Nosotros, Facundo, la Laura y yo, saldremos ganando, ya que mi padre nunca existió. Dice mi madre se fue apenas nosotros éramos mocosos, no la quiso más, pero don Gilberto ha suplido su ausencia, nos ha servido mucho, es tan buen hombre, tan humano y nada de amarrete. A veces lo pillo en la casa a la orilla del fogón tomando unos ricos mates con pan amasado y preguntando: ¿Qué se nos ofrece? Facundo todo el día anda como sombra del patrón, si parece perrito faldero. Dice, para asimilar las faenas y mañitas de la vida del campo que sólo mirando al patrón puede aprender.

Cruzo musitando una canción opacada por los bramidos de los animales, con la garrafa en mi brazo llenita de agua fresca, para servir a los seis jornaleros sedientos que trabajan en la cosecha aguantando el calor. Virgen Santísima si… ¡Caen los jotes asados!

Con las piernas magulladas por el rastrojo, allá se ven todos sudados, tendidos en la hierba para descansar un rato, cuando el sol está parado, con la chupalla tapando su cara, las echonas a su lado, para que nadie las tome o las robe. Es trabajo individual mantener sus herramientas bien afiladas.

Avanzo entre ellos tendiendo un jarro de agua y la bolsa con harina tostada. Reciben uno a uno con ansias.

-¡Aguántese ñato, primero estaba yo!, - reclaman, discuten.

Me esperan todos los días para aplacar la sed, dándome miradas curiosas, entre picaras y de agradecimientos. Grandecita, buena moza, ya bien atractiva los traigo de la jeta. Pero no se jueguen conmigo, que soy hermana del Facundo, el fiero capataz. Ni al hijo del patrón lo aguanta cerca de mí y si ando en estos trámites, es por mi propia voluntad. Quiero ayudar a mi hermano, darle una manita para apurar la cosecha. Que estos guainas repongan luego las energías calcen sus ojotas, la chupalla y echona en mano, se entreguen a sus labores, miren, que, si el tiempo cambia, lloviendo estamos bien embromados.

Sigo con diligencia el senderito mirando para otro lado, no quiero enterarlos de las intenciones que bajo mi corpiño escondo. Mi corazón zapatea, ansioso pronto quiere llegar a él. A ese tan misterioso que hace que no me ve, será porque quizás a otra tenga en su mira.

   Rodeando las carretas con los bueyes enyugados, listos para la faena, atestadas de sacos vacíos para poner el grano suelto que quedará botado en la era, más allá las horquetas, palas y demás herramientas que usaran después del corte.

   Ahuyentando los perros que andan siempre buscando los olores penetrantes, ahorita no más, de las longanizas elaboradas, que ya en la tarde terminado el trabajo, asaditas hincaremos el diente en un rico cacheteo.

   Salto una cuneta rodeada de verdes helechos y por fin he llegado al bajo con mis trastos.

   Bajo la sombra de un árbol, Santiago no se mueve, tumbado en la hierba, cara al cielo, con sus ojos bien cerrados, como diciendo “ojos que no ven, corazón que no siente”.  Sus brazos abandonados, tomando su nuca con las manos, dice está muy cansado, que arrime el agua y lo deje tranquilo, me vaya para otro lado,

   ¡Pero hoy no me iré…! ¡No Señor! ¿Por qué será siempre me corre? Ahora no, me hago la tonta y me quedo ahí no más. Con la punta de mi pie engancho la chupalla deshilachada que está tirada a un lado, la echo al aire, consigo tomarla y en mi cabeza la pongo, cómo tratando de esconder los ramalazos que comienzan a subir a mi cerebro.

Me tiendo silenciosa a su lado. El calor se hace más fuerte, se siente intenso al pasar de los segundos, todo el sol absorbiendo mi cuerpo, transpiran mis manos pequeñas y sucias. Mi corazón irrumpe en violentas sacudidas que suben a la garganta al desnudar con mi mente, su cuerpo fuerte y elástico.

   ¡Seré tu diosa seductora desgranando sabrosa miel cuando descubras mi vértice! ¡Amor mío, dulzura de mi encanto! ¡Suspiro inmaculado que acaricio! Encadenada a tu vida y por siempre a tu pensamiento, retorciéndome en tu querer, disfrutaré. ¡Clamo en mi imaginación!

   Cierro mis ojos, estoy en sus brazos, mi cintura en sus manos rudas que estruja con brío, desliza su cara por mi mejilla encendida. El ardor de sus labios enloquece mis sentidos. Palpita ardiente su pecho brioso al descubierto. Susurros que enmascaran las ansias contenidas por largo tiempo. Dedos frenéticos arrebatan con saña los broches de mi vestido, dejando al descubierto, gemelos capullos, erguidos, limpios, puros. Aliento punzante embriaga mi escote y en mi vientre provoca hormigueros el dulce masaje. Mi piel percibe desahogo. Avecillas locas recorren mi estómago y sus alas a mis muslos morenos se deslizan suaves cual terciopelo. Mi trono respira locura y se funde en sollozo ronco gozoso.

   ¡Mi alma colapsada, se ha separado del cuerpo!  Desvanecida, gozando en fantasía suma, escucho líricos gorjeos de aves, en la grandeza de la naturaleza. Rocíos acariciadores y piadosos enjugan mis lágrimas primorosas. En mi poder, reflejo de quimeras consumadas, empapada de amor, imperiosa busco alivio en el cielo tachonado de inocente belleza.

   Llevo las manos a mi cara, descompuesta y mojada, un rudo gemido que no reconozco, agita mi cuerpo. Me levanto alucinada, trastabillo, giro en redondo. Mis piernas tratan dar unos pasos. Ebrias de amor, no atinan a nada, acalorada, confundida…

   -Juanita, escucho su voz, de reojo miro y presenta el jarro olvidado. Allegándose, noto su pecho agitado, tal vez provocado por mi presencia angustiada, o adivinando el clamor sordo que gime por él.  Con un suave mirar acusa agradecimiento. Lo tomo y obligo a mis piernas moverse, salgo corriendo atravesando el campo apretujado de doradas gavillas, esperando hacendosas horquetas las recoja alzándolas sobre las carretas, en la recolección. Enfilo en dirección al angosto río, que pasa por verdes juncales y sauces en flor, asustada, ni siento los granos de trigo incrustados a las plantas de los pies, corro tropezando con terrones, con piedras y todo lo que sale al paso, enredando mi pelo en las ramas más bajas, tiro y sigo camino.

   Sin pensar, con ropa, penetro al agua fría hasta los hombros, sintiendo cómo, el agua al calor de mi cuerpo, entibia a mi alrededor, dejándome fresca y sin amor.

   ¿Cuánto más tendré que esperar para conseguir a Santiago?  Lo amo sólo a él. Todos lo conocen. Mi familia lo aprecia, confiable trabajador, eficiente, tranco a tranco tirando las riendas del caballo cruzando el puente del bajo, pero callado a mi lado, sin decir palabra me acompaña al pueblo a vender la leche.

   Quiero sentirme grande, hacer lo mismo que hace mi hermana Laura con el Manuel, tienen una vida tranquila, se aman, disfrutan el campo trabajando todo el día con risas y alegrías. Juegan a las escondidas allá detrás de los matorrales, los he visto tantas veces yendo a esconder, dicen pronto habrá “pajaritos nuevos”. Feliz estaré acunando mi sobrinito y librándome de estos pensamientos raros que han empezado a cruzar mi cabeza. Se enoja mi hermana cuando en confianza le cuento mis sueños. Dicen soy muy joven, apenas tengo diecisiete. Que ponga los pies en la tierra, que no ande pensando estúpidas burradas. Primero deben pedirme en matrimonio, como corresponde.

 

Allá se siente el crujir de los pastos secos, alguien viene corriendo atropellando las tablas de la tranca, ¿Quién será que tan apurado viene? Sigo con la mirada la suave corriente tras el recodo del río. Cautelosa, abandono el agua.

¿Será un animal…? Me acerco despacito con mi ropa estilando, meto mi cabeza entre las ramas…

¿SANTIAGO…?   ¡SANTIAGO…!

¡Se metió de cabeza con ropa al agua fría!

 

 

Fin.

 

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